Según el último reporte de Globocan 2022, en Perú se registraron 72,827 nuevos casos de cáncer. Estas cifras reflejan no solo el desafío médico que implica tratar la enfermedad, sino también el profundo impacto emocional que enfrentan los pacientes en cada etapa del proceso.
Daniela Reinhardt Valenzuela, psicooncóloga del Instituto Oncológico de Fundación Arturo López Pérez (FALP) y jefa del Departamento de Salud Mental, explica que el impacto emocional del cáncer es multifactorial: “Incluye aspectos físicos, como cambios en la autoimagen y en la funcionalidad; también conlleva pérdidas económicas y sociales, además del impacto emocional directo relacionado con el miedo a la muerte y al dolor”.
Esta enfermedad suele vivirse como un evento de crisis, ya que sobrepasa la capacidad habitual de respuesta y genera un alto impacto emocional, desorganizando al paciente a nivel global. Además, el cáncer está acompañado de múltiples duelos, con pérdidas tan significativas como la autonomía, el estatus laboral, las relaciones familiares y cambios físicos o funcionales, entre otros. Frente a esta realidad, brindar espacios protegidos para la expresión emocional es indispensable. No solo se debe reforzar la información médica en un lenguaje accesible, sino también ofrecer apoyo familiar.
El propósito del apoyo psicológico es brindar herramientas informativas y emocionales que ayuden al paciente a enfrentar la situación, además de acompañar a las familias en este camino. “Si bien este apoyo no evita las pérdidas que conlleva el cáncer, puede contribuir a reducir el impacto emocional del proceso. Un adecuado manejo favorece la adherencia al tratamiento y permite un abordaje más integral por parte del equipo de salud”, destaca Reinhardt.
El proceso oncológico desde lo emocional: retos en cada etapa
Cada persona enfrenta la enfermedad como una crisis individual, con temores y situaciones particulares, por lo que no existe una única forma de ayuda para los pacientes oncológicos. Por eso, el apoyo psicológico debe adaptarse a las necesidades de cada etapa, brindando información, acompañamiento familiar, espacios para expresar emociones e intervenciones personalizadas, más allá del tipo de cáncer.
La especialista de FALP señala que las emociones varían a lo largo del proceso oncológico, el cual puede dividirse en cuatro etapas:
Sospecha diagnóstica: La falta de pertenencia a un sistema de salud y la incertidumbre generan altos niveles de ansiedad y una profunda sensación de soledad.
Confirmación diagnóstica: Implica un proceso de asimilación que puede ser lento y confuso para la persona.
Inicio del tratamiento: Es una etapa especialmente dura. Comienzan las pérdidas físicas visibles y, con ellas, la sensación real de estar enfermo, lo que suele provocar una gran carga emocional.
Supervivencia: Se vive con emociones encontradas: por un lado, la alegría de haber concluido el tratamiento; por otro, la persistencia de síntomas físicos y emocionales. Para muchos pacientes, se suman los efectos secundarios del tratamiento y los efectos tardíos. Además, existe una presión social y personal por retomar la vida con normalidad, incluso cuando el cuerpo y la mente siguen en proceso de recuperación y adaptación a una nueva realidad.
“Es fundamental fortalecer la conciencia y la formación en salud integral dentro de los equipos médicos, especialmente entre los tratantes, para que sepan identificar a tiempo el malestar emocional en sus pacientes y gestionen una derivación oportuna. En FALP contamos con un equipo multidisciplinario de salud mental especializado en oncología, que brinda intervenciones individuales, grupales, ambulatorias y por telemedicina, tanto para pacientes como para sus familiares y cuidadores”, finaliza la especialista.
Cabe destacar que FALP es el único centro en Latinoamérica acreditado como Cancer Center por la Organización Europea de Institutos de Cáncer (OECI), lo que respalda su modelo de atención integral.